El proceso del olvido

agosto 25, 2008

No podía dejar el tema a un lado, pero tampoco quería que las prisas me hicieran decir (bueno, escribir) lo que no debiera. Por eso, he esperado hasta cinco días para digerir una tragedia que no es mía. Sólo lo es de las ya 154 personas que han perdido la vida y de sus familias, cuyas imágenes, cuyas declaraciones hoy se disputan todos los telediarios y mañana no querrá nadie.

Será cuestión de semanas, pero ocurrirá porque ese proceso, el de la exaltación para caer en el olvido, es cada vez más rápido. Los hay –puedo asegurarlo- que ya habían culminado ese camino cuando las cifras de fallecidos aún no llegaban a la cincuentena y apenas habían pasado cinco horas de la catástrofe. Los hay que, con ese rictus de tristeza que sólo ciertos presentadores televisivos saben asumir, pueden pasar del lamento a las especulaciones sobre responsabilidades e indemnizaciones millonarias sin que medie una tregua para coger aliento.

Hoy no quiero hablar más de vosotros. Hoy mi recuerdo va para aquellos protagonistas involuntarios a los que jamás les hubiera gustado hablar del precio de las vidas de sus allegados. 

“Mitigar el dolor no es un objetivo del periodismo: presentar la realidad con el máximo grado de verificación, sí”. Juan Varela, La hipocresía del dolor.


Periodismo ‘cool’

julio 28, 2008

Solía pensar que ‘Periodistas’ hizo flaco favor a esta profesión. Aquel Coronado –nadie imaginó jamás un jefe de Local así-, esa Larrañaga –perfectísima hasta extremos insoportables-, la incisiva Borrachero , el pardillo de Pepón –ése sí que lo clavaba-, el plumilla de raza hasta la extenuación de Alex Angulo…

Por favor,…Si es que por estar estaba hasta Esther Arroyo y Belén Rueda… Por cierto, esta última se las arreglaba para interpretar a una fotógrafa con un solo compañero de gremio en la redacción, cosa que no dejaba de asombrarme: ¡dos reporteros gráficos para todo Madrid! Sin palabras.

Hoy, sin embargo, preferiría que el de los ‘bifidus’ y compañía regresaran, aunque, de nuevo, se llenaran las facultades de Comunicación de conatos de Coronados, Borracheros y Larrañagas. Yo, uno de ellos. Todo tiene su precio.

Miren, si no, los años de ‘Tomate’, los ‘Está pasando’, ‘Dolce Vita’… y sus secuelas ‘cool’ímicas, disfrazadas de reporteras de escote prolongado, raya en el ojo y verborrea martilleante o intrépidos con alcachofa en mano y camisa color granate-picota abierta hasta el ombligo, chillona, casi tanto como su voz. ¿Será que piensan que estamos sordos?

En la tele, en las ruedas de prensa, en la silla de enfrente, por debajo de su sempiterna sonrisa, te sacuden una mirada displicente y te espetan: «Virginia (OT) sí que es ‘cool’ y no el Plan Ibarretxe ese».


El periodismo es un cuento

julio 17, 2008

 

No recuerdo exactamente en qué momento decidí que lo sería; cuentista, digo. Ni siquiera si fue, en sí, fruto de una decisión. Simplemente, lo soy. Al igual que otros disfrutan dando resolución a problemas aritméticos, yo lo hago jugando, mejor o peor, con las palabras. Dirían muchos que eso es literatura y no periodismo. No les faltaría razón. No en vano, los periodistas somos –eso lo sabe todo el mundo- escritores frustrados.

 

O no, porque el periodismo tiene mucho de literatura. Y cito, de nuevo, a Rivas: “Cuando tienen valor, el periodismo y la literatura sirven para el descubrimiento de la otra verdad, del lado oculto, a partir del hilo de un suceso”. Es aquello que se oculta bajo lo que todos pueden ver, los tres pies del gato… Sólo que la mayoría (de periodistas, me refiero) hace tiempo que no transitamos por los callejones….

 

Al contrario, nuestro trabajo transcurre delante de un ordenador, colgados de un teléfono y, de vez en cuando, en salas de prensa tan abarrotadas como aburridas, en las que ya apenas se pregunta. Sin creatividad y sin análisis; sin oportunidad para contar -traducir- la realidad, como meros altavoces, pregoneros sin alma.

 

La blogosfera está llena de cientos, diríase miles de periodistas. De oficio o afición, de vocación o desespero, de palabra fácil cuando no verborrea descontrolada, de lamentos…

 

Somos llorones. Forma parte de nuestro imaginario colectivo, ése que, a pesar de los pesares, blandimos orgullosos a destiempo y escondemos en el cajón cuando deberíamos sacar. Por eso, Internet es un medio inagotable para nuestros desahogos.

 

Vamos de víctimas. Los sueldos son míseros, el trabajo es demasiado para pocos y nuestros medios están dominados por intereses que no nos permiten desarrollar la que debería ser nuestra verdadera labor. Vamos de poderosos. Miramos por encima al ciudadano, tratando de crear alarma o pasión, odio o querencia, según se aviene al gusto de los intereses que nos dominan.

 

Este blog es mi particular respuesta a un trabajo que amo aunque rara vez me colma, una válvula de escape…, en la que, sálvese esta primera entrada, raras veces me permitiré mirarme al ombligo para hablar de periodismo; no, al menos, del que nos gusta hablar a nosotros, ésa lectura de nuestro trabajo que nos aleja de la realidad. Porque este blog nace con intención bien distinta, la de buscar otro pie en el que apoyar mi cuento. ¿Tú ya tienes el tuyo?